Somos un grupo de profesionales voluntarios que trabajamos para que familias que fueron separadas al nacer, logren darse el anhelado abrazo del reencuentro.

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Parto por contar que hace varios años leí sobre los adoptados ilegales en Ciper y me impactó las historias de guaguas perdidas o dadas por muertas. Ni una teleserie mexicana tenía tanto horror y dramatismo. Pero como Chile es un país pequeño y lleno de secretos, otro par de años me enteré que una de esas historias era parte mi historia familiar. La adoptada que buscaba a su familia biológica, la que armó una ONG para encontrarlos, y de pasada comenzar a unir familias y descubrir una red organizada de tráfico infantil, era mi sobrina y solo teníamos un par de años de diferencia.

Antes de saber que era adoptada y que era parte de una red de tráfico infantil, Constanza del Río era Gerenta de Marketing de BlackBerry y de otras marcas, tenía trabajos con responsabilidades y hartos viajes, hasta que una sospecha fue confirmada el 2012. A los 39 años sus padres le contaron, como si tuviera ocho, que era adoptada: “no estuviste en la guatita de la mamá”. Desde ese momento todo cambió. Su búsqueda personal por encontrar a la familia biológica se convirtió en una cruzada colectiva de miles de adultos que fueron parte de un tráfico infantil durante décadas. Por estos días presenta NOS BUSCAMOS, libro que se titula como la ONG que creó, donde cuenta su historia personal, y de paso una red de tráfico infantil en la que por décadas participaron diputados, médicos, curas y asistentes sociales, que cobraban por este servicio a padres que deseaban hijos, dentro y fuera de Chile.

Terminando esta entrevista celebraba el encuentro número 47 de la base de inscritos de la Fundación. Hay 4000 inscritos en nosbuscamos.org, aunque se estima en 50.000 niños entregados en adopciones ilegales repartidos por el mundo, que significa 50.000 mil madres que creen que sus hijos están muertos, o los están buscando.

¿Cómo fue tu reacción al saber que eras adoptada, a los 39 años?
-Me dolió mucho, casi me morí, pero entendí un montón de cosas, de porqué me sentía pez fuera del agua. Sentía que me querían y yo los quería, pero algo raro sucedía. La segunda fase fue que me contaran cómo fue. Me adoptaron a través del doctor Gustavo Monckeberg Barros, un amigo de la familia; había sido sin papeles, un chanchullo como se hacía en la época y que el doctor les pasó una guagua sin certificados, nada. Se las pasó no más. Al año aparece en Ciper Chile el reportaje de Gustavo Villarrubia de que el cura Joannon y el doctor traficaban guaguas, aunque se hablaban de adopciones irregulares que es un eufemismo, porque adoptas o traficas. A los pocos días de ese reportaje, levanté una página web por si alguien me buscaba, me pudiera encontrar. Así partió la ONG Nos Buscamos el 4 de julio del 2014, con directorio, estatutos y lo que se necesita para tener una organización legalmente constituida. Al principio teníamos 15 casos; a la semana 100 y hoy tenemos 4000.

Buscando te echaste un montón de historias al hombro ¿Cómo llevaste el dolor propio y el de todos los casos?
-Al principio, esto partió por buscar a mi familia biológica que recién la encontré en 2015; fue súper rápido porque hay gente que lleva 20 años y no la encuentra. Fue gracias a que deben existir ángeles, el dharma y que, si uno anda haciendo las cosas bien por la vida, se te devuelve. Mi caso fue el número 13 resuelto de la ONG. Hasta el número 12, cada vez que se reencontraba una familia, se conocían, se abrazaban, todo bien, era bacán, pero se transformó en una procesión dolorosa, porque ayudas al resto y a ti no te pasa. Después de encontrar a mi familia la cosa cambió. Por supuesto que tiré la talla de “chiquillos, se acaba la fundación”, pero era broma. Seguimos trabajando. Calculamos 50.000 guaguas robadas que ya son adultos. Es como un Estadio Nacional de niños robados y los voluntarios de Nos Buscamos somos diez, tratando de ordenar ese estadio lleno. Usamos la analogía porque el Estadio Nacional representa un lugar donde se encarceló y torturó, es un símbolo espantoso.

¿Cómo era el sistema?
-Muchos médicos, sobre todo de la clase alta han tratado de justificar que evitaban abortos, eso es mentira. Lo que hacían los médicos era cobrar por guagua robada: de clase alta para evitar la vergüenza social de una niña embarazada o le robaban guaguas a mujeres vulnerables que andaban solas, pobres, muchas analfabetas y que estaban pariendo solas.

Cuando se encontraba a mujeres solas eran presas fáciles para estos “buitres de la cuna”, como les decimos en NB. Estaban, en buen chileno, al cateo de la laucha. La asistente social del hospital veía si llegaba acompañada o era pará en la hilacha, porque esas no le servían. De repente llegaba una calladita, muerta de dolor, asustada, sola y pariendo. Muchas mamás nos dicen “yo fui la estúpida que no me defendí”, y no po’ es al revés, fueron víctimas de una asociación ilícita que buscaba personas vulnerables como ellas. Ser tímida no es pecado y vas a un hospital a que te cuiden, a recibir atención médica. Les hemos tratado de sacar de la cabeza, -porque aparte las mujeres somos las reinas de la culpa- que el robo de su hijo no fue su responsabilidad. Nosotros les damos voz y estamos tratando de ayudar a mujeres que fueron a parir y les quitaron su guagua.

Ustedes hacen jornadas para enseñar a buscar a padres e hijos.
-Hacemos varias jornadas a madres y familiares; las madres en su mayoría tienen más de 60 años. A ellas les realizamos jornadas de contención psicológica, porque lamentablemente los padres y hermanos de esas guaguas saben que desapareció del hospital, pero no saben nada más. Pierden la pista en el minuto que sale del vientre de la madre y sacan la guagua del recinto; en cambio los adoptados tienen más herramientas, pistas, medios, enfermedades o condiciones congénitas, algo les dijeron sus padres adoptivos, en que ciudad nacieron, al menos tienen algo, mini pistas; con ellos hacemos charlas de búsqueda para que aprendan nuestro método. Lo primero que hacemos con los adoptados es pedir que hablen con su familia, no desde la rabia ni del odio, porque se asustan y no quieren contar nada. Son familias que adoran a sus hijos adoptados. Si apelas a ese amor es posible que se abran y te cuenten detalles, no pateando la puerta ni amenazando con la policía, porque así la gente no habla.

Para los dos grupos trabajamos con un banco de ADN. Está fuera de Chile. Es un banco de datos que funciona con una muestra de saliva. Entras a un registro de datos y se compara con todas las demás muestras.
Gracias a ese banco de ADN yo encontré a mi familia biológica, ese banco se llama 23 and me. Encontré un primo lejano que terminó siendo primo en segundo grado de mi madre biológica, entonces me informa que no nació en Chile, pero que su madre y abuelo son chilenos y me da los nombres; empiezo a armar un árbol genealógico gigante y logré encontrar a mi madre biológica. Ese es el protocolo que usamos en NB, tratando de ayudar y empoderar a las personas para que encuentren a su familia biológica.

Las madres son las que lo pasan peor.
-Las mamás y los papás también, no existe el derecho a la paternidad, lo pasan pésimo. De hecho, mi padre biológico me estaba buscando, pero no sabía cómo. ¡No tenía cómo encontrarme! Había ido al registro civil, a hablar con el cura que estuvo involucrado, pero el cura de mierda no quiso ayudar, aunque tenía antecedentes. De hecho, cuando encontré a mi madre biológica, a la semana me junté con el cura Zerón Domínguez, el típico cura de clase alta con harto poder. Cuando le dije que la había encontrado y que necesitaba encontrar a mi padre, me dijo que no tenía idea de los que estaba hablando. ¡Era mentira! Mi papá biológico se había reunido con él tres años antes y le había preguntado por ella y la guagua. Prefirió seguir escondiendo información y no ayudar.

¿En qué está trabajando NB?
-Seguimos resolviendo casos y además estamos trabajando con el Congreso para cambiar leyes, como la ley de adopción, la nueva ley de inscripción de nacidos, que no puede ser con dos testigos, como me inscribieron a mí y a muchos casos de la clase alta. Cualquiera puede inscribir una guagua sin ser el padre, con dos testigos.

Las leyes están hechas en unos siglos donde no existían ADN ni las huellas y funcionaban desde la buena fe. Estamos pidiendo cambios en la nueva ley de adopción para que el Estado garantice que los que son adoptados lo sepan desde siempre, no que quede del criterio del adoptante. Todos los seres humanos merecen saber de dónde vienen, quiénes son y tener claro su origen. Esa es nuestra pelea en la ley de adopción, no nos interesa quién los adopta o cómo lo adopta, la edad del adoptante o los derechos de los padres biológicos. A nosotros nos interesan los derechos del adoptado, porque en nuestra legislación a los niños los cosifican, los transforman en cosas, objetos. Cuando hablamos de “el menor”, el cabro queda reducido a un lápiz.
Vivimos postulando a fondos y escribí este libro porque es una forma de que quede en un documento, no en una revista o en un medio digital. El libro tiene peso, es un registro.

O una serie de terror.
-Ya empezaron a tentarnos con hacer una serie para Netflix. Pero no es nuestra pega. Mi pega es convertir historias de terror en historias de amor, de reencuentro.

Todas las madres son las que han sufrido, quieren demandar y están con rabia, pena y frustración, porque llevan 40 años tocando puertas que hace poco se les abrieron, porque antes no pasaba nada. Pero en el minuto que encuentran al hijo se les olvida todo, el juez Carroza, todo. Solo quieren dedicarse a su hijo.

Claro, las instituciones no entienden que es una búsqueda en contra del tiempo.
-Las instituciones no están entendiendo. El ministro Carroza no hizo nada. Estará ligado a los DDHH pero por nosotros no hizo nada. Nos mintió, porque a NB nos dijo háganse coayudante en la causa – siendo que en la carátula de la causa dice “levantada por Constanza del Río- tuvimos que contratar un abogado, hacer un escrito, todo el show para trabajar juntos. Mentira. Todo esto es de los cuadernos secretos y no se puede revelar. Todos los cuadernos de la Telma (la asistente social que traficaba niños) fui yo quien les di la dirección y le dije que vayan varias personas a cargar, porque son miles de cosas que tiene esa señora en la casa; nunca más tuvimos acceso a esa información que está llena de nombres de madres biológicas. No están haciendo la pega. Están tratando de decidir si fue o no fue un delito de lesa humanidad; si fue un delito de la justicia antigua o la actual, si está prescrito o no, pero no están trabajando para reencontrar madres e hijos.

En NB buscamos ese abrazo del reencuentro desde el amor. No desde la justicia o desde el odio. ¿Tenemos que declarar ante la justicia? Sí, porque estamos en un país con Estado de Derecho donde las cosas debiesen funcionar, pero la justicia no ha hecho nada. El nuevo juez no me llama a declarar, siendo que levanté la querella, aunque sabemos que por ahí no va a pasar nada. Lo que, si estamos tratando de conseguir a nivel estatal, además de la nueva oficina que nos cedió Bienes Nacionales, es que el Presidente nos reciba: Sistemáticamente nos ha rechazado las audiencia, pero por cansancio la tendré, es una cosa de tiempo. Estoy defendiendo a 50 mil madres y a 50 mil niños. Son 100 mil personas y el Estado no se puede quedar mirando para el lado. El Gobierno anterior no hizo nada por lo menos este nos entregó una propiedad, la subvención presidencial y por lo menos nos rechaza las audiencias, Bachelet ni nos respondía.

Es una lucha contra el tiempo porque hay padres que están muriendo.
-En nuestra base hay padres muertos. Ricardo apareció en nuestra ONG en sus inicios, pensando que yo podría ser su hija, pero no coincidían fechas ni nada. Compramos test de ADN, y Ricardo se lo hizo, pero le dio un derrame cerebral, tuvo un tumor cerebral y finalmente murió. Cuando Ricardo muere, me dio mucha pena porque pensé que no había trabajado lo suficiente en su caso. Había hablado con la mamá de su hijo y ella me amenazó que no siguiera molestándola, que le estaba cagando la vida porque nadie en su familia sabía que había tenido ese hijo, etc. Fue tanta la pena de la muerte de Ricardo que ese día publiqué enojadísima en mi Facebook personal, con nombre y apellido a la gente que me había dicho que quería hacerse un ADN y no lo había hecho. ¡Ahora es cuando, tengo 10 ADN que compré con mi tarjeta de crédito! Apareció el Pato, que llevaba harto tiempo dando vueltas por la ONG. Al mes llegaron los resultados y el Pato me dice contento que en los resultados aparece Ricardo. Me tuve que afirmar para decirle que conocía a su papá, que lo había buscado por más de dos años, pero Ricardo había muerto. Luego de eso se reunió con sus hermanos paternos, todos hombres, se conocieron los primos, todos contentos de encontrarlo. Su madre biológica lo rechazó, pero sus hijos se reunieron con él.

Hay encuentros que no son tan positivos por padres muertos o madres que rechazan, pero hay un reencuentro con los hermanos que es lo que me pasó a mí con los Jorquera. Mi mamá biológica me rechazó, no tengo contacto con ella, ni con sus hijos o familia, pero tengo una super buena relación con mis hermanos, primos y tíos del lado Jorquera. Finalmente, no es un reencuentro con tus padres biológicos, hay todo un grupo humano detrás donde uno se reconoce, entiende cosas que no te hacían mucho sentido y cuando te encuentras con esta nueva familia entiendes un montón de cosas. Cuando vi a la Dani, mi hermana, no nos parecemos físicamente, pero hablamos igual. Con la Trini nos parecemos y con Matías tenemos los gustos en común como esquiar o escalar. A los que van a conocer a sus hermanos biológicos les digo que se preparen, que lo que más fuerte es con los hermanos. Papás uno tiene, pero generalmente los adoptados son hijos únicos y encontrarse con hermanos es increíble.

¿Cómo manejas la impunidad? Los curas, los asistentes sociales, con toda esta información guardada, siguen libres.
-La justicia en Chile no existe. En este caso no va a haber justicia. Un médico que le quitó a sus hijos a mujeres sistemáticamente en un hospital público, al mismo grupo social, para mí, es un crimen de lesa humanidad. A mí me entregó Gustavo Monckeberg Barros en febrero de 1973. Era diputado de la República, servidor público. Está reconocido por cientos de mujeres que adoptaron que reconocen que les pasó una guagua. ¿Qué más necesita Carroza o el juez que está en la causa? ¿Qué más?

En promedio las madres que buscan tienen 60 años.
-Las más chicas tienen 60. Nos hemos ganado varios fondos para ADN con la subvención presidencial de Piñera del año pasado y del Fondo de la Municipalidad de Las Condes, donde tenemos nuestra personalidad jurídica. Nosotros regalamos las pruebas de ADN y les damos preferencia a las madres, porque en general son mucho más vulnerables que los hijos adoptados, son mujeres rurales, con pocos recursos.

A la mamá de Jeremy de Ancud, le tuviste que contar que la guagua que ella creía muerta estaba viva y la andaba buscando.
-Y ella me decía que era imposible, que no podía existir gente tan mala en el mundo. Esa mujer no estaba buscando a su hijo porque les creyó a los doctores que estaba muerto. Cuando le dije que sí, que había gente tan mala en el mundo, pero su hijo la andaba buscando, se puso a llorar.
Hoy estamos haciendo una verdad histórica y el libro tiene que ver con eso, dejar por escrito un delito que se efectuó por años. Le voy a llevar el libro al Presidente a través de sus asesores y espero tener suerte que lo lea y comprenda que necesitamos ayuda para seguir trabajando. Estamos contentos con nuestra nueva sede, con espacio voluntarios que nos ayudan. Pero necesitamos recursos para tener investigadores, abogados, periodistas, etc.

¿Cómo cambió tu vida con NB? Antes de saber que eras adoptada tu vida era muy diferente.
-A mí el tráfico infantil me cambió la vida. Ahora trabajo 100% en esto, ha sido bonito porque me han entregado varios reconocimientos, es un regocijo trabajar en algo que te motiva y ahora es mi misión en la vida. Devolverle un hijo a una madre es la mejor pega y voy a trabajar para que NB siga andando.

Y cambiando estas historias de terror
-Si po’ hace poco había un cartel de una película en Plaza Italia de “La Llorona” que decía “ella viene por tus hijos” y pensé ese es el cartel de las asistentes sociales que se robaron guaguas sin ninguna ética o criterio, supuestamente salvándolos de la pobreza, pero sin el consentimiento de sus padres.

NOS BUSCAMOS
Una Historia sobre adopción y tráfico de niños en Chile
Constanza del Río
Editorial Planeta
172 páginas